17 oct 2013

Las negras alas del cuervo ultraderechista

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La imagen ilustra la información del Washington Post sobre el 12-O en España y la ha encontrado Javier Pérez de Albéniz. 
 
Y es que España está inmersa en la peligrosísima ola ultraderechista que está invadiendo el mundo. Una vez más. Sin aprender de los terribles errores pasados, ciegas mentes fanáticas culpan a sus iguales o más desfavorecidos de una crisis que provocaron y mantienen quienes se siguen enriqueciendo con el dolor de los demás. Aquellos dirigentes a quienes defiende la extrema derecha precisamente.

En Francia el partido de Marine Le Pen tiene las mayores expectativas de voto para las europeas y acaba de arrebatar al Partido Comunista la alcaldía de Brignoles, cerca de Marsella. El nuevo alcalde es de origen español por cierto.

Hungría, Holanda, Noruega, la peste parda -como la llama Javier Valenzuela- avanza de forma tan ostensible que solo la despreocupación actual no lo advierte. Algo inconcebible tras los precedentes de los años 30 del siglo pasado y por similares orígenes.

Otra gran periodista,  Soledad Gallego-Díaz, llama la atención sobre cómo la ultraderecha ya no es vista como extremista, sino como alternativa política. Y eso por la similitud que se está dando entre estas formaciones y los partidos conservadores que pasan por ser democráticos. Y, sin duda, por el silencio de los políticos demócratas frente a la bestia que se avecina, o, peor, ya anida en muchas actitudes que hoy vivimos como normales. Dice así Soledad:

“Los dirigentes que aceptan recortar los derechos civiles, los portavoces que comparten el lenguaje autoritario de los extremistas, los grupos sociales que se limitan a realizar débiles intentos en defensa de la democracia, serán los responsables de que esos extremistas lleguen un día a ocupar extensas áreas de poder. Dirán que la culpa la tuvieron los cada vez más furiosos parados o la atemorizada clase media, como ahora acusan a los ciudadanos de haber provocado el hundimiento de los mercados financieros con su consumo descontrolado. Pero la responsabilidad será de quienes, siendo políticos demócratas, una vez más, han caído, y nos habrán hecho caer a todos, en la peor de las trampas: hablar de los temas, de la agenda y de los intereses de quienes no lo son”.

Coincido con ella, sobre todo quiero resaltar también el hecho evidente de que “No tiene por qué ser así“. Pero lo está siendo ya. En muchos países europeos… y en España.

Este festín de aguiluchos y proclamas franquistas que se desarrollan con total impunidad.  Cargos públicos que no son repudiados en el acto por mostrarse diáfanamente fascistas. Las actitudes autoritarias del poder in crescendo. El PP impidiendo con la apisonadora de su mayoría absoluta que se persiga la apología del franquismo, tipificada como delito, tal como lo es en Alemania el nazismo. Más claro, un manantial.

Es cierto que “no tiene por qué ser así”. Parece mentira el grado de ceguera e irresponsabilidad de cuantos con un mínimo gesto podrían evitar esta tragedia.

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