29 oct 2013

Frente a los ataques de la extrema derecha: unidad antifascista y antiracista amplia


El asalto fascista al acto institucional de la Generalitat el pasado 11 de septiembre ha vuelto a poner sobre la mesa el peligro real del resurgir del fascismo en Madrid
 
Normalmente, desde las instituciones, partidos de la derecha y cierta parte del social liberalismo se banalizan estos ataques, se presentan como peleas entre jóvenes o casos aislados y no conectados a la estrategia de las organizaciones de extrema derecha. Esas mismas instituciones y organizaciones políticas, a la par, tienden a asumir la “agenda ultra” sobre algunos temas (inmigración, cuestión nacional, aborto...). De esta manera ayudan a crear lo que se conoce como “racismo institucional” y a fomentar una política contraria a la consecución de derechos.

Los ejemplos son constantes, incluso la UE ha llamado la atención al Estado español recientemente. Los últimos reseñables serían la pintada nazi aparecida en la plaza de toros de Pinto que el ayuntamiento no borró, o personas jóvenes del PP que se exhiben con simbología franquista, sin que ello origine rechazos o condenas.

El fascismo: un problema real

Los grupos y organizaciones fascistas son un problema real. Esos grupos tienen una estrategia y una ideología definida y comparten información y experiencias con sus homólogos en el resto de Europa para mejorar su actuación y llevar su mensaje de odio a más sectores.

Estas organizaciones combinan dos tácticas. Por un lado preconizan un discurso racista, homófobo y centralista, siempre con cierta mesura, discurso “de traje y corbata”, podríamos decir, para así ganar legitimidad y respetabilidad democrática. Por otra parte, estas mismas organizaciones cuentan o amparan a grupos violentos que no dudan en sabotear actos, crear enfrentamientos o agredir a personas.

Esta doble táctica, institucional y callejera, es intrínseca al fascismo.

Cuando estas organizaciones son pequeñas, es cuando mayor debe ser nuestra presión y denuncia para desenmascarar su carácter y frenar su influencia entre los sectores populares golpeados por la crisis. Lo contrario lo hemos visto en Europa, o más cerca, con Plataforma per Catalunya.
Este crecimiento de la extrema derecha ya lo venimos experimentando en la Comunidad de Madrid, por ahora, en la zona del Corredor del Henares. No esperemos a que sea demasiado tarde para organizar la respuesta.

Sumar

En Madrid el movimiento contra el fascismo viene representado por la Coordinadora Antifascista, colectivos vecinales y de defensa de las personas migrantes y algunos grupos locales. La Coordinadora Antifascista se merece todo nuestro respeto y reconocimiento. Sin ella estaríamos, con toda seguridad, en un escenario peor. Es el único espacio con capacidad real de respuesta. Debemos pues sacar importantes lecciones. Pero pensamos que es un espacio que presenta limitaciones que se deben plantear de manera abierta y cordial.

Queremos señalar una cuestión que nos parece crucial: un antifascismo “revolucionario y anticapitalista” ofrece muchas dificultades para un objetivo básico en nuestra lucha: sumar y ser muy fuertes ante el enemigo. El nivel de conciencia de amplias capas trabajadoras y populares que sí “llega” hasta el antifascismo todavía no va, sin embargo, más allá. Y ni estas personas ni sus organizaciones (vecinales, de migrantes, sindicales, de deporte, etc.), se suman a agrupamientos o movilizaciones antifascistas revolucionarias.

Las movilizaciones en Dresden de los últimos años juntaron a miles de personas de lo más diverso y consiguieron de facto bloquear las marchas nazis. Otro buen ejemplo que pensamos debemos plantearnos es el de “Unitat contra el Feixisme i el Racisme de Catalunya”, que responde a proyectos similares europeos, en los cuales se ha conseguido articular una red amplia, tanto a nivel de organizaciones como de territorios, creando un trabajo permanente de acción y denuncia contra el fascismo de corbata y callejero. No se trata de eliminar o suplir el trabajo de las asociaciones de migrantes o la actuación de los grupos antifascistas, sino plantear una agenda específica de trabajo para frenar constantemente a los fascistas: sumar adhesiones poco a poco, sin meter cualquier cosa en el saco de la palabra “fascista”, diferenciando los espacios de lucha para golpear a estos grupos de una manera mucho más efectiva.

En la Comunidad de Madrid las organizaciones fascistas todavía no tienen un peso demasiado grande, pero el proceso soberanista en Catalunya está originando un cierto crecimiento de la extrema derecha, con movilizaciones coordinadas como la que pretenden llevar a cabo en Barcelona el 12 de octubre. Al mismo tiempo, vemos que el movimiento antifascista tiene un peso demasiado pequeño para afrontar todo el trabajo que tenemos por delante que evite que las diversas caras del fascismo crezcan y ganen legitimidad.
Plantearnos nuevas estrategias y comenzar el debate para lograrlo debe ser una prioridad.

http://www.enlucha.org/site/?q=node/18979