18 oct 2008

No hay nada que agradecer a Fraga.

Ahora Fraga se alza como el principal bastión contra la revisión del franquismo de postguerra que está llevando a cabo un juez. ¿Cómo se atreve? ¿No ha tenido bastante con su camaleónico proceder?

¿Tiene que agradecer el ajusticiado a su juez y verdugo que no haga de su ajusticiamiento una carnicería? Si es así, pase que a Fraga le agradezcamos haber hecho una Transición apañada. Pero si cogemos otro ocular, otra lente para ver retrospectivamente aque­lla realidad del tránsito de la dictadura a la democracia, la cosa cambia de punta a cabo. Fraga, el catedrático de Derecho Constitu­cional de la Universidad de Barcelona, ex ministro franquista de In­formación y Tu­rismo de Franco, y luego de Interior, aquél que dijo desafiante "¡la calle es mía!", es el artífice de una Transición a su medida y a la medida del Franco moribundo que le nombra su alba­cea testamenta­rio político. Y así, Fraga prepara la Constitución a la que no tienen más que adherirse los restantes "padres de la patria", difunde el bulo del peli­gro que representaría un ejército -franquista- disconforme con el desarrollo de los acontecimientos si no se cum­ple lo que ha dejado preparado el dictador, y sa­tisface plenamente la voluntad del Franco que años antes había promulgado la Ley de Su­cesión para empotrar como rey al señorito que había estado prepa­rando para serlo desde que yo me incorporaba al mismo tiempo que él en la Universidad de Madrid...

¿Esto es lo que ha de agradecer este país a Fraga; que no entrá­semos entonces en una grave desestabilización o que un militar en su nombre propio o en el de Fraga, diese un golpe de Estado? Si lo mira­mos así, Fraga sería el Benefactor Máximo de la España transi­cional y democrática. Pero como lo hubiera sido mi longeví­simo pa­dre de mí, o el tuyo, querido lector de ti, reteniendo para tu bien o el mío la patria potestad durante toda nuestra vida...

El hecho es que, como el otro día recordaba yo, todo el dinero que circula desde que se hizo la Transición es de los vencedores en la guerra civil que luego se posicionaron en los puestos claves finan­cieros, políticos e institucionales de la Administración y coparon la riqueza. El hecho es que luego, introducida la monarquía borbónica por la puerta de atrás mediante un referéndum que, por temor a la involución militar, nadie en su sano juicio podía dejar de aprobar, tu­vimos y tenemos al Borbón elegido por Franco. El caso es que luego, el partido AP, Alianza Popular, del que derivó como variante la UCD, y el PP actual, es­tuvo fundado por Fraga Iribarne y otros seis ministros de Franco: Silva, Fernández de la Mora, Martínez Esteruelas, López Rodó y Licinio de la Fuente. Total, siete ex minis­tros de Franco fueron los que en la reforma del Estado que se urdió en 1978 eran los únicos que tenían acceso a las claves del poder judicial, el policial, el empresarial, el financiero y el militar: los funda­mentos de todo Estado.

Total, que la Transición no ha sido más que el resultado de la muda de la serpiente: el capital del capita­lismo sigue en las mismas manos, y los vencidos han tenido que hacer una labor ímproba, y no muy exitosa hasta ahora, porque es más difícil despojar a otro de su dinero (si no es con violencia) que de su fe religiosa o de su ideolo­gía, las ideas autoritarias, las ideas y los comportamientos de los déspotas en todas las superestructuras del país, siguen ahí intactos. Todo ello hace imposible que en España se haya dado una definitiva refunda­ción política y una convincente redistribución de la riqueza. Y ahí tenemos al camaleónico Fraga haciendo de muro de contención. Ahí le tenemos empecinado en el otro papel, el de albacea testa­mentario de su Caudillo, cumpliendo la voluntad del Franco que si­gue defendiendo sin que nadie le parta la cara por sus tretas y su ambición; tretas y ambición que han hecho de cortafuegos de un tránsito en el que fue imposible que estuviera presente y de verdad, ni de lejos, la voluntad popular.

A qué seguir argumentando, contra el franquismo, el feudalismo y el caciquismo; a qué seguir desproticando contra los feudales, co­ntra los canallas fascistas que se vienen extendiendo hasta hoy, y contra el Fraga que, con la complicidad de muchos, ha sabido resis­tir el paso del tiempo introduciéndose en los vericuetos del tiempo hasta morir como el principal valedor del mismísimo Franco al que no sólo se niega a condenar, sino que lo ensalza como quien hace apología del terrorismo y por eso tantos están encarcelados...

Fraga es el culpable de todo lo pésimo que ha llegado de la mano de la transición y de una democracia inverosímil donde siguen rein­ando, además del Borbón, los capitales que se amasaron durante la dictadura y se multiplicaron en la Transición hasta secuestrar a este país financiera, política y mediáticamente. De la misma manera que hasta que no mueren nuestros padres no alcanzamos la madurez yo diría o­ntológica, hasta que no desaparezca de la gran Comedia Humana el gran farsante Fraga, España seguirá siendo un desastre, política y socialmente hablando, para muchos. Entre otros para ese 20 por ciento de españoles en el umbral de la pobreza...

Termino como empiezo: ¿qué hay que agradecer a Fraga? Pues que tengamos a una sanguijuela coronada, que sigan funcionando, subterráneos, los Principios del Movimiento y del falangismo, y que los deudos de los fusilados después de la guerra civil se vean dra­máticamente impedidos de enterrar a sus muertos porque a los herederos de los vencedores sólo les falta sacar de nuevo del cinto sus pistolas para impedirlo... De momento los arzobispos no facilitan al juez sus archivos eclesiales al efecto.

Texto de Jaume Richart extraído de KaosenlaRed.